Ricardo Darín es considerado como un sello de calidad en una película, al igual que está ocurriendo poco a poco con su compañera de reparto, Inma Cuesta, que en esta ocasión se atreve con el acento argentino. El largometraje, que me ha recordado estética y ambientalmente a La isla mínima, nos cuenta la historia de un piloto militar que quiere huir y esconderse en un pequeño pueblo argentino donde no se puede fiar de nadie. Está muy bien narrada con un buen ritmo, siendo cruel pero sin llegar a ser burda, todo en su justa medida con un final a medio gas.
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